jueves, 8 de julio de 2010

Una crisis interminable...

Tras una semana de silencio, vuelvo a recuperar la codiciada conexión a Internet. No obstante, no tengo de qué escribir. Imagino que todos aquellos que hayan comenzado un blog tan anárquico como el mío se han visto atrapados por este no sé qué de la falta de inspiración. Pero hay que seguir, siempre adelante. Pido perdón a todos aquellos que puedan aburrirse por mi insistencia inútil.

El motivo principal de mi falta absoluta de ideas es que mi musa y el motivo de que está página exista está lejos de mí, allá, cruzando el mar. Después de una semana en España, sólo puedo pensar en mi país y en sus cosas. Ahora quisiera tener un blog dedicado a él, pero en lugar de eso, se me ha ocurrido utilizar de plataforma esta página y jugar un poco con aquellas comparaciones tan odiosas y que, a veces, son tan necesarias.

Hoy he cruzado la Mancha en autobús de camino a Toledo. Seis interminables horas abatida entre el sopor de los descansos y el invierno del aire acondicionado. El paisaje que he visto por la ventanilla me ha hecho llorar. ¿Qué hemos hecho con nuestros campos? ¿y qué estamos haciendo para curarlos? Las praderas recuerdan a un desierto, los pocos árboles tuertos que aún perduran intentan sobrevivir asfixiados y la tierra está desnuda, desprotegida; una madre cada vez más infértil y abandonada.

Mientras tanto una economía insostenible basada en la construcción y el despilfarro sigue exprimiendo la poca leche que al cántaro le queda, sin ver que hay un mundo más allá del ladrillo que el gobierno podría estar financiando para que todos vivamos en un mundo mejor, más verde, o al menos, no tan muerto.

Mi cabeza, hasta ahora resguardada en la ignorancia, se llena poco a poco con la misma conversación que todo el mundo tiene en las calles, con odio contenido, rabia contra políticos incompetentes e inconscientes y un profundo sentimiento de desesperanza. Paro. Recortes. Políticas de choque. Crisis.

Recuerdo que cuando llegué a Irlanda me fué invadiendo de una forma dulce y suave un optimismo alegre y alentador. Todo el mundo sonríe ante una aventura tuya y cualquier cosa que hagas durante el día tiene el potencial de ser especial y fantástica. You can do it, no es sólo un lema publicitario sino una filosofía de vida que se contagia y que hace sentir casi invencible. Ahora percibo por qué me resultó en su día una aptitud tan diferente a lo que estaba acostumbrada y me apena infinitamente que los míos no sean capaces de saborearla con tanta fuerza, hundidos en el ambiente de crisis y de desastre.

Siempre nos quedará el mundial... aunque, a modo de solidaridad, los futbolistas bien podrían invertir sus ganancias en ayudar a toda la gente que, por primera vez en mucho tiempo, llena de orgullo, ha llenado los balcones de sus casas con la bandera de España.


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